No es literatura, he conocido a un hombre mayor, pobre, desquiciado, tristón, que se llama Teadmiro. Es uruguayo, y me comentó, porque le pregunté curioso de dónde venía su nombre, que allí ese es un nombre más o menos común aunque aquí llame la atención.
Cuando este hombre está en el médico y le llaman para que entre a consulta -… el siguiente para entrar es Teadmiro, ¿está?,…- explota una callada sonrisa en las caras del resto de pacientes, mientras Teadmiro, tristón, se sitúa al lado de la puerta para entrar por ella en cuanto se abra.
Las palabras encierran significados que están latentes y concurren de una u otra forma en situaciones particulares. El caso es que ni en Uruguay ni aquí, nadie admira a Teadmiro, aunque aquí su nombre cause risa.
Cuando este hombre está en el médico y le llaman para que entre a consulta -… el siguiente para entrar es Teadmiro, ¿está?,…- explota una callada sonrisa en las caras del resto de pacientes, mientras Teadmiro, tristón, se sitúa al lado de la puerta para entrar por ella en cuanto se abra.
Las palabras encierran significados que están latentes y concurren de una u otra forma en situaciones particulares. El caso es que ni en Uruguay ni aquí, nadie admira a Teadmiro, aunque aquí su nombre cause risa.
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