El día más largo

El día más largo

Nos miramos al espejo por la mañana y, ante aquella imagen que siempre va con nosotros, nos preguntamos cómo hemos llegado hasta aquí. Somos hijos de nuestros padres, y ahí les vemos, en la frente alta, en las orejas como pámpanos, en la alopecia precoz, en la piel blanca. También somos producto de un territorio que nos ha dado sol en verano y el rumor del viento entre las hojas. Y también somos una lengua que nos ha dado palabras para entender lo que vemos y sentimos y para entendernos con los otros habitantes de la misma lengua y de todas las lenguas del mundo.

Esa arruga que baja del lagrimal hasta la comisura se forjó en las inundaciones del llanto por la muerte de un ser amado. Y esa fuerza latente en el mentón es el resultado de una injusticia, de un despido o de una ruina. Las erosiones del rostro responden a movimientos del alma. De ese rostro que nos contempla al otro lado del espejo todo es responsabilidad nuestra.Pero también somos hijos de la historia. Y la historia no es otra cosa que el azar pasado por el tamiz de la experiencia.

Miramos hacia atrás y nuestra vida está llena de decisiones binarias. Siempre íba por la calle de la izquierda, pero un día doblé por la de la derecha y allí conocí a la madre de mis hijos. Solía coger el tren de las 7.08, pero un absurdo atasco me montó en el tren de las 7.20 y en el asiento de al lado me esperaba un desconocido que con los años sería mi socio de una próspera empresa de tornillería selecta. La vida es una acumulación de elecciones en las que intervienen a medias la suerte y el cálculo.

Así se lo quería decir ayer por la mañana a Manuel Gallego, candidato número 8 por las listas socialistas de Pontevedra. Durante unos cuantos días Manuel Gallego ha sido el diputado provisional. De su escaño depende sacar a Fraga y dar un cambio a Galicia. Pero no es de política de lo que hay que hablar cuando pensamos en Manuel Gallego. Su vida no le pertenece. Ha estado encerrada en esas extrañas y volátiles sacas de Correos donde una gente que ni le conoce, y que ni siquiera conoce el pueblo en el que vota, ha decidido lo que va a hacer el compañero Gallego en los próximos años. Anoche el señor Gallego podía pasar a ser su señoría. Más allá de las consecuencias políticas, lo interesante de esas horas era que se estaba haciendo con él lo que la luz hace sobre las partículas del llamado principio de indeterminación de Heisenberg. Ahí están las partículas, campando a sus anchas, despeinadas y felices, cuando de pronto llega la televisión con sus focos y las partículas se peinan, se afeitan y hasta parecen ganadoras. Gallego sabía anoche que su vida dependía del capricho de un argentino que en su vida ha pagado impuestos en Galicia.Todo el día de ayer estuve pensando en Manuel Gallego, el héroe del azar, el hombre sin sombra resignado a la luz de una democracia imperfecta. Ese diputado vigués que ha bebido las últimas tazas de Ribeiro antes de ser diputado o las primeras después de volver a ser un hombre común. Ayer se miró al espejo y hoy, también ante el espejo, ha buscado las diferencias. Un total de 8.176 votos ultramarinos le contemplan.

Texto de Joan barril publicado en la página 88 de la edición de 6/28/2005 de El Periódico - edición impresa