
Una vieja despertándose en la habitación del hospital, suelta la mano de su marido conectado a la máquina, se dirige a la ventana para observar el amanecer, mira la frondosa copa del pino próximo, y sorprendiéndose por el silencio exclama: ¡qué raro, no cantan, y eso que yo soy la cantamusa de los pájaros!... Solloza y regresa al regazo de su hombre moribundo.
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