jueves, mayo 05, 2005

La siesta

Ya hemos comido, me alejo del jolgorio, me llama el jardín y la hamaca. Todo empieza a pesar, me derrumbo sobre la tela del asiento y pesa, pesa, empieza a pesar todo. El cielo es amarillo, oro, metal, todo gana peso cuando pongo la vista sobre ello, sobre lo que sea. Me sorprenden las moscas, vuelan, ¡con lo que deben pesar!, porque son oro... Las chicharras gritan excitadas y su sonido pesa, también pesa. Me sorprende ver a través del cristal a los que dejé de sobremesa; gesticulan ligeros y yo apenas puedo levantar la mano de la tela, como si la gravedad se hubiera multiplicado por mil. La siesta pesa y hace un calor horrible. El aire pesa. Las ideas pesan. Los párpados pesan.

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Bitácora anarquista de literatura, desfases, opiniones, anecdotarios, y demás adentros que se echen afuera. El Perro apoya al pueblo en cualquier acción de respuesta que por justicia ejerza. Que explote la bomba.