miércoles, octubre 05, 2005

Hijos del caos


Hay puercos a los que repugna su propia porquería, pero no se alejan de ella por ese mismo extremo de un sentimiento por el que un empavorecido no se aleja del peligro. Hay puercos de destino, como yo, que no se apartan de la trivialidad cotidiana por esa misma atracción de la propia impotencia. Son aves fascinadas por la ausencia de serpiente; moscas que vuelan por los troncos sin ver nada hasta que llegan al alcance viscoso de la lengua del camaleón.

Así paseo lentamente mi inconsciencia consciente, en mi tronco de árbol de lo usual. Así paseo mi destino que anda, pues yo no ando; mi tiempo que sigue, pues yo no sigo. No me salva de la monotonía sino estos breves comentarios que hago desde sus alrededores. Me contento con que mi celda tenga vidrieras por dentro de las rejas, y escribo en los cristales, en el polvo de lo necesario, mi nombre en letras grandes, firma cotidiana de mi escritura con la muerte.

¿Con la muerte? No, no con la muerte. Quien vive como yo no muere; termina, se marchita, se desvegetaliza. El lugar donde estuve se queda sin estar él allí, La calle por donde andaba se queda sin ser él visto allí, la casa donde vivía es habitada por no-él. Es todo, y le llamamos la nada; pero ni esta tragedia de la negación podemos representarla con aplausos, pues ni de verdad sabemos si no es nada, vegetales de la verdad como de la vida, polvo que tanto está por dentro como por fuera de los cristales, nietos del Destino e hijastros de Dios, que se casó con la Noche Eterna cuando ella enviudó del Caos del que verdaderamente somos hijos.

pessoa. libro del desasosiego.

1 comentario:

Anónimo dijo...

NI MIL PALABRAS MÁS

Bitácora anarquista de literatura, desfases, opiniones, anecdotarios, y demás adentros que se echen afuera. El Perro apoya al pueblo en cualquier acción de respuesta que por justicia ejerza. Que explote la bomba.