Nos juntamos en la plaza, esta vez soy el primero. El sol aprieta, no hay nadie y sólo pesa el ruido de los motores de los aparatos de aire acondicionado que me rodean, como nunca. Me miro los dedos de los pies amontonados, sobresaliendo por la punta de las sandalias, me fijo en el dibujo de las losas del suelo de la plaza, miro la carretera caliente, vacía,… Rompe el sopor una avioneta que se dirige hacia la playa para tirar sobre los bañistas pelotas de plástico amarillas. ¡No me importa nada!, sorprendido caigo en lo inútil que me resultan estos vestidos de la existencia cuando están vacíos, la plaza, la carretera, y cuando están llenos, mis sandalias, el avión con pelotas amarillas. El tiempo ha dejado de herir por un momento, eso es todo.
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