Estado e Iglesia
Los grandes funerales, desde siempre, han sido utilizados por los poderes fácticos y los estados para ondear banderas e instituir estados de opinión; creo, y si no al tiempo, que en breve veremos a marcas comerciales apuntarse a tan apetitosa oportunidad de inculcar en las masas sus eslóganes, pues cuando más dolido está el pueblo más penetrable es. Es vomitivo ver la farándula tendenciosa que en torno al dolor se monta, pero es pervertido que ante cualquier crítica sobre los montajes de los funerales se salga con eso de que "no se juega con el dolor de las víctimas", cuando lo que pretenden decir es, "el dolor sólo se puede instrumentalizar a mi beneficio". ¡No nos equivoquemos Estado e Iglesia!, yo, (y más gente que piensa lo mismo), no tengo nada que ganar opinando sobre este desmán, pero me veo obligado a hacer saltar la alarma y gritar "¡aquí nos utilizan!".
Me imagino el estado de ansiedad y de rabia de los heridos y de los familiares de las víctimas del 11-M cuando al acudir a cualquier acto en relación al desastre, por delante y por detrás de ellos vean ondear la bandera nacional, que su trance esté ligado al repique de católicas campanas, y que sacando el perfil mejor, de vez en cuando, interrumpa su paso algún prócer para apretar sus manos. Los afectados por el drama que quieran consuelo de la iglesia que vayan a la iglesia, los que al verse reconocidos por algún prócer noten disminuida su pena que acudan a los sitios donde ellos preparan.
El respeto, tiene narices, ha de ser del estado y de la iglesia con las victimas y no al revés. Dejadlos en paz, dejadnos en paz.
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