Máxima alerta
Máxima alerta, Jean Charles de Menezes está en el metro, atemorizado, avisado por las fuerzas de seguridad que desde todos los medios repiten el eslogan, ¡estamos en máxima alerta!. El gobierno pide a los ciudadanos, porque estamos en máxima alerta, que dejen que examinen los intercambios de información en la web y a qué números llamamos, y que permitan que se hagan detenciones sin motivo durante un tiempo indefinido, ...sí, es duro, pero para coger a los terrosristas, que aprovechándose de nuestro sistema libre y democrático campan a sus anchas asesinando inocentes en nombre de no se qué anacronismo, tenemos que ceder libertades, y además, si no hacemos nada ilegal no hay nada que temer.
Máxima alerta, sí, máxima alerta, Menezes callejea por los túneles del metro londinense con mil ojos, está aterrado, ¡malditos terroristas!... oh, de repente, de la nada, ve cómo varios hombres sacan unas pistolas, -es el fin, malditos terroristas-, corre, Menezes corre, pero las balas corren más, cae al suelo y en el suelo esos perros acéfalos y violentos, sin ninguna moral, verdaderos asesinos, le descerrajan la cabeza con siete tiros a quemarropa y también recibe uno en el hombro. Menezes muere. Esta vez los terroristas son de la policía y el delito llevar una cazadora acolchada y no ser pelirrojo.
Un estado de alerta máxima atemoriza a los ciudadanos, hace que se pierda la confianza entre los vecinos, que entregan sus derechos al gobierno a cambio de que les proteja, adquiriendo el Estado y sus fórmulas de acción inmunidad. Un estado no fiscalizado por el pueblo es un caramelo para la corrupción. Un mundo en estado de alerta es una debacle para los derechos humanos y un caramelo para los corruptos inmorales.
El perro sabe quienes son los terroristas y Jean Charles también por que lo acribillaron.
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