Los gritos de la tormenta
restallan por los travesaños y las puertas,
y no se aplacan jamás.
Mientras los perros siguen ladrando
y el gato maullando
y el conejo da vueltas en su redil,
yo pienso, divago sobre mi porvenir.
Quizá, lo que traiga el día de mañana
restallan por los travesaños y las puertas,
y no se aplacan jamás.
Mientras los perros siguen ladrando
y el gato maullando
y el conejo da vueltas en su redil,
yo pienso, divago sobre mi porvenir.
Quizá, lo que traiga el día de mañana
es que por fin no haya mañana.
Poema de Manuel Castaño
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