lunes, febrero 21, 2005

EL NACIMIENTO DE LA DESPRENDEDORA DE CORNISAS III: EL DESPRENDIMIENTO

¡Ah!, ¡por ahí viene!, ¡miradla!. Se me aproxima, se cruzará conmigo. ¿Y tendré que pasar a su lado sin más otra vez?. ¿Tendré que soportar su olor, sentir su mirada de arpía?. ¡No!, ¡de hoy no pasa!.

Se me aproxima y hoy va a recibir un fuerte puñetazo en la nuca, y eso le va a doler más que nada en el mundo. Ya está aquí, le daré un fortísimo puñetazo en su nuca de idiota y dará con su cuerpo pequeño envuelto en piel en el suelo, y cuando se le quite el aturdimiento allí estaré yo para susurrarle idiota. Ahí llega.

¡¿Qué he hecho?, ¿pero qué he hecho?!. Al pasar frente a mí me he apartado y le he dado las buenas tardes. Soy cobarde, soy idiota, …, estoy tan sometida como todos.

¡No, no, no!, esto no va a quedar así, iré detrás de ella. Ajá, a ver, reflexionemos. Si le doy un golpe en la nuca sin más en medio de la calle, puede ser que me detengan, que ella me denuncie por agresión, que le tenga que pagar una multa y que el escarnio sea público, que salga en la prensa como noticia, que se enteren en la oficina, que me hagan burla y burla y burla… No puedo hacerlo así. No obstante mientras pienso la sigo, porque una cosa está clara, de hoy no pasa que ese gorrión reciba su merecido.

A ver. Sí, se me ocurre perseguirla hasta que llegue a su casa, porque tarde o temprano irá a su casa. Entonces ponerme una máscara, llamar al timbre de su puerta y cuando abra la puerta, ¡pum!, darle un fuerte puñetazo en su cara de idiota. Como seguro que se desmaya, le quitaré la ropa, la envolveré en una manta, la meteré en un carro de la compra, iré con el carro hasta la plaza y allí la dejaré desnuda, me alejaré unos pasos y empezaré a gritar sorprendida llamando la atención sobre ella. Cuando todo el mundo la rodee y la vea, como un higo arrugado en el suelo, y cuando ella se despierte y se vea en ese estado y situación, su cara altanera se trasformará y sufrirá y sufrirá.

Ya me imagino a todos riéndose mientras ella se retuerce en el suelo tapándose con sus pezuñas pequeñas su asqueroso sexo y sus pequeños pechos, porque parece un barril en vez de una persona, es un barril lleno de cieno. Y ahí no va a acabar todo, cuando esté en su casa tomaré nota de su teléfono y durante todos los días que me queden de vida la llamaré por las mañanas para gritarle ¡eres imbécil! y después colgar. Sólo si un día la viera pasear con otra cara, con una cara de dolor, sólo entonces, a lo mejor la pararía en la calle y le diría: todo el daño que tienes te lo he hecho yo y tú sabes porqué; y si ella me pidiera disculpas, sólo entonces la dejaría en paz. Sí, eso voy a hacer.

La sigo, por ahí va contorneándose, mirando todo con superioridad. Mírala, mira como aprieta su bolso contra su cuerpo, barril de cieno, al pasar delante de esos dos jóvenes desarrapados, se cree mejor que ellos, ojalá le roben y la humillen antes de que lo haga yo, así recibirá doble ración contra su soberbia.

¡Ah!, ¿pero qué hacéis?. Danos todo lo que lleves encima. Pero por qué me atracáis a mí, ¿no habéis visto a la imbécil del bolso?. No nos hagas enfadar, no tenemos nada que perder… Vale, yo tampoco. Les doy mi cartera y el reloj. ¡Maldita puerca!, mira cómo se ríe. ¡Me atracan y ella sigue andando balanceándose sobre sus tacones y mirándolo todo por encima del hombro!, se va a enterar.

La sigo, la sigo, tarde o temprano irá a su casa. Dobla la esquina… ¡que estruendo!, ¿qué ha sucedido?. ¡Oh!, se le ha caído la cornisa del banco donde iba a entrar encima, ¡ja!, la cornisa la ha aplastado. Bien cornisa, has hecho justicia.

Miro al cielo, enmarcado por las cornisas de estos altos edificios y sí, jamás tiraron estos titanes justicieros ninguna cornisa sobre mí, ellos me respetan. ¿Y si a partir de ahora subiera a las azoteas con unos prismáticos y un mazo, y al divisar a alguien que lo mereciera le hiciera caer una cornisa encima, y si lo hiciera?.

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Bitácora anarquista de literatura, desfases, opiniones, anecdotarios, y demás adentros que se echen afuera. El Perro apoya al pueblo en cualquier acción de respuesta que por justicia ejerza. Que explote la bomba.