viernes, febrero 11, 2005

ladridos

Cuando me levanto, rodeado por un horizonte de ladridos y paralizado, al calcular su proximidad, me siento por primera vez en peligro, todas las mañanas me siento por primera vez en peligro, y escamoteo mi inercia valiente,-¡hacia el horizonte, que no escapen!-, y me sobreviene una funesta reflexión: -los perros ya están cerca, al andar hacia adelante sin más sólo hago que acercarme a sus fauces y mi valor ni los amedrenta ni los conmueve-.

En un horizonte de ladridos de perro, cercanos, furiosos, al amparo de los escaramujos HE ESPERADO. No busco aliento de nadie ni a nadie con quien acercarme a los perros, para unirse, no, porque los perros sólo me ladran a mí, son míos. Busco cómo acercarme hasta ellos, cómo atravesarlos, cómo superarlos y lucho para no abotargarme con sus ladridos y la noche sigue y los días siguen, y yo, parapetado tras los escaramujos, en un horizonte de ladridos de perro, me encuentro solo.

Ladridos y escaramujos y soledad durante esta reflexión sobre cómo superar los ladridos para ni caer en sus fauces ni empezar a ladrar, sin empezar a ladrar, sin que ese coro de ladridos me atormente tanto, que sucumba y participe en el maldito coro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ladrar non é calquera cousaAguns "ladramos nuestro rencor por las esquinas"outros non saben mais que ouvearun saudo

Bitácora anarquista de literatura, desfases, opiniones, anecdotarios, y demás adentros que se echen afuera. El Perro apoya al pueblo en cualquier acción de respuesta que por justicia ejerza. Que explote la bomba.