lunes, febrero 21, 2005

EL NACIMIENTO DE LA DESPRENDEDORA DE CORNISAS I: PLANTEAMIENTO

¿Qué necesidad tengo de ser buena o de ser mala?, ¿quién es el JUSTO que mide la bondad y qué oscuros fines tiene esa bondad consensuada?, ¿por qué he de ser catapultada yo también hacia la misma bolsa, el mismo saco?. ¿Qué es eso de que al fin y al cabo todos somos iguales?, ¿quién se lo cree?, ¿y por qué soportar la injusticia como un mal menor o necesario y no perseguirla y luchar contra ella con rencor, en vez de buscar soluciones razonables a los problemas?; porque, ¿qué es lo razonable?, ¡¿lo consensuado?!, ¡venga ya!.

Yo soy una mujer odiada por los demás y por mí misma, ¡me odio!. Sí, y no soporto los momentos de felicidad que la vida irremediablemente me brinda, y cuando soy consciente de la felicidad, porque he desatendido mi conducta, cuando noto la despreocupación y el bienestar en mi entorno, entonces, luchando contra ello con todas mis fuerzas exploto y empiezo a blasfemar, a gritar y a insultar a los que están a mi alrededor; siendo que en más de una ocasión me han dado una paliza como respuesta a mis arrebatos de odio que los demás creen injustificados, pero aún sangrando y en el suelo he sonreído con sarcasmo elevándome mil veces por encima de mis agresores. No hago esto por que desprecie la vida o me escueza, no, muy al contrario; el caso es que estoy unida a la vida visceralmente y con la misma visceralidad la defiendo, con rabia y sin escrúpulos, purificándola de banalidades e injusticias que la deforman y la hacen estúpida o mala. Sí, también soy rencorosa.

Pero no, no, no, no es verdad. Sufro mil humillaciones y no tengo valor para rebelarme, y muestro mi desprecio sólo a quienes están ya tan destruidos que ni escupiéndoles se sienten ofendidos, sí, hasta muestro mi desprecio de una manera cobarde. Y, ¿por qué entonces soy tan orgullosa si vendo a tan bajo precio mi dignidad?. No lo sé, por otro lado, ¿qué he de perder si dejo toda la miseria que me entierra en vida y descargo mi rencor sobre todo y todos?.

A veces pienso si mi angustia no será la angustia de todos, a veces pienso en la estima en la que se tienen la mayoría de los hombres, siendo como son tan sólo lombrices. Reconozco que también pienso en ocasiones en por qué no me dejo llevar yo también por las riendas de la vida, abandonarme y sonreír, rebozándome en la molicie idiota y dejándome calar por la estupidez hasta que ésta, minándola, deshaga la razón. Pero sé el porqué, precisamente por que soy consciente de mí como ser y no de mí como parte de un ser, y creo que la vida sólo tiene sentido para cada uno de nosotros y no se puede dar a la turba, dejarla ser sólo como parte de la turba, haciendo que todo tenga sentido tan sólo en lo consensuado. No, yo eso no puedo soportarlo, y no sé cómo se puede ser feliz si nada más nacer te encuentras con un volante entre las manos, a doscientos por hora y conduciendo por una maldita autopista abarrotada de automovilistas de todas las clases. ¡Y nadie se pregunta nada!, ¡a nadie le importa nada!. ¿Existen entonces hombre tan zafios que desconozcan en qué estado de humillación viven?. Desde luego que sí, y a esos hombres habría que darles bofetadas de realidad, una tras otra, no dejarles tranquilos hasta que dejen su abandono y sean conscientes de sí mismos. ¡Malditos sean!.
¿Pero qué hago yo para remediar mi situación si al revolverme como una loca sólo cavo más mi fosa, haciéndola más profunda, más oscura y más fría?.

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Bitácora anarquista de literatura, desfases, opiniones, anecdotarios, y demás adentros que se echen afuera. El Perro apoya al pueblo en cualquier acción de respuesta que por justicia ejerza. Que explote la bomba.